Hola Papá.
Te llamo Papá porque así es como siempre te he llamado, no con nuestro nombre de pila que compartíamos además con tu padre, mi abuelo.
Quiero decirte algunas cosas que quedaron sin decirte en tu vida.
Que te fuiste tan de repente, sin avisar, que no dejaste tiempo a que se produjera la sensación de tu vacío. Sólo dejaste la sorpresa, la incredulidad de tu marcha para siempre. El vacío no lo he sentido porque como padre ya te encargaste de llenarme con tu amor y tus enseñanzas.
Que me han dicho que tras tu muerte me he quedado como estaba y que lo he llevado con mucha entereza, como si eso fuera algo malo. Que no me haga el fuerte. No soy fuerte. Pienso que es bueno conocerse. Para mí has pasado al otro lado, a otra fase. Respeto que haya sido de esta manera que nos dejó en shock. Según los médicos te marchaste muy rápido, tu trance no fue doloroso y no tuviste una mala muerte. Me alegraría que llevaran razón, que no sufrieras.
Que lo que más me ha abrumado desde tu marcha es la certeza de no volver a verte. Que me impresionó la frialdad de tu cuerpo cuando tu chispa ya no estaba en él. Sé que lo único cierto en la vida es que moriré.
Que aunque nos vimos con mis hijos, tus nietos un par de veces en tus últimas semanas de vida, y también conversamos el día antes de tu marcha, hay algunas cosas me hubiera gustado decirte, y que me dijeras, que habláramos sobre mil y un temas.
Que estoy tranquilo porque sé que de algún modo nos despedimos en paz el uno del otro. Te dije que te quería, a ti y a Mamá, que nada cambia el hecho de que sois mis padres. La vida nos lleva por otros caminos pero eso no lo cambia nada.
Que quiero ahora decirte que tu muerte la acepté como natural desde el principio. Siempre he pensado en la muerte como una parte integrante de la vida. Me refiero a la muerte natural, cuando a una persona se le ha acabado su tiempo, lo entendamos o no. Sobre estos temas espirituales que aunque no lo dijeras, te interesaban, me hubiera gustado conversar contigo.
Quiero decirte que creo que tu misión aquí había terminado, y por eso te fuiste. Así elijo entender tu pérdida. Usaste tu libre albedrío a tu antojo y viviste tu vida a tu manera, hasta que tu momento de partir llegó.
Que por encima de todo quería darte las gracias por haber sido mi padre. Fuiste un muy buen padre, fuiste cariñoso conmigo y con todas las personas que te correspondieron. Con eso ya está todo dicho. El cariño era lo más importante y fuiste sabio al concederlo.
Que pese a nuestro distanciamiento de los últimos años por temas familiares que conoces, y a vernos muy poco en persona por ello, debo decir que no siento ningún resentimiento hacia ti. Mis sentimientos hacia ti son de cariño, y todo eso está ya olvidado. Pertenece a las experiencias de la vida, de las que tanto se aprende. Sólo me quedo con lo más positivo.
Que has sido el referente en mi vida, personal y profesionalmente, y estoy muy orgulloso de haberte tenido de maestro. Sé que tenías unas reglas de comportamiento humano mu y claras. Y he aprendido mucho al haberte tenido a mi lado. Fuiste una persona que vino al mundo a servir a los demás y a ayudarles en todo lo posible. Tu intención siempre fue buena.
Que sé que donde estés estarás bien, rodeado de tus seres queridos del pasado. Y lo sé porque te soñé tras 40 días de tu muerte. Me dijiste “no te preocupes porque donde estoy estoy bien”. Y desapareciste sumergiéndote en un océano de luz deslumbrante y cegadora. Para mí fue la despedida que inspiró esta carta en mi interior.
Te mando un beso grande, de esos como a ti te gustaba dar y recibir. No sé cuándo nos volveremos a encontrar pero siento que así será.
Te quiero.
Tu hijo.
6 de diciembre de 2018.
Reflexión/arrebato de un ansioso 12/10/2016

Me sorprende esa gente ANTISOCIAL que lo quiere TODO, lo quiere YA, lo quiere GRATIS, lo quiere CÓMODAMENTE, y lo quiere SIN COMPROMISO …
Pink Floyd – The Endless River
Sin duda yo calificaría a The Endless River como un LP sólo para los muy fans, pero no para los llamados puristas de Pink Floyd -a los que no les puedes sacar del camino de baldosas amarillas sin que se pongan a protestar-. Como no tengas la mente un poco abierta, como todo buen pinkfloydiano, pues mal lo vas a llevar con este disco atmosférico y de sencillas ideas musicales. Cada uno de nosotros tiene una idea de Pink Floyd en su cabeza, y muchos se sentirán decepcionados con este ejem disco. Yo no me encuentro entre sus filas. Me parece uno de los discos más valientes que han hecho, y eso que todos ellos lo son. Muy pocas bandas se atreverían a publicar las cosas que ellos han vendido a lo largo de su discografía. La gran mayoría de sus álbumes, casi desde el principio, son experimentales, búsquedas musicales de ellos mismos, proyectos de canciones, experimentación sónica, esbozos, borradores, texturas. La música popular les debe muchísimo, pero un buen número de críticos siguen gustando de destriparles, y no han perdido la ocasión de hacerlo con motivo de la publicación de The Endless River. ¿Qué esperaban que los Pink Floyd sacaran? ¿Otra colección de grandes canciones de baile? Pues no, han sacado lo que les ha venido en gana, como siempre, sea o no lo que ellos crean que los fans estaban esperando desde hace años. ¿Os pasa que las canciones de Pink Floyd os saben a poco? A mí sí. Y ¿sabéis qué efecto me provoca esto? Pues que mi mente prolonga, añade, y continua ese continuo fluir musical, improvisando y alargando la canción más allá de la canción. Donde la música de Pink Floyd acaba, cada uno la continua a su manera. Y nos hace soñar eternamente. Pink Floyd lo ha vuelto a hacer. Un abrazo a todos y buenas noches.
Él la miraba
Él la miraba, como siempre miraba a las mujeres, con buenos ojos. Esos preciosos cabellos que se ondulan al viento húmedo de la costa. Esos ojos dulces y el océano, que intercambian belleza en sus reflejos. Esa piel tersa y esos labios delicados, que no desvelan el secreto de una sonrisa tan sólo soñada.
Se imaginaba a su lado, y ¿cómo sería? ¿De donde habrá venido? ¿Cuánto tiempo estará aquí? Pero como siempre, nunca se acercaba. «Esa suerte la tendrán otros» – pensaba, sin darse cuenta que no era cuestión de suerte sino de determinación y de perder el miedo al ridículo.
Ella estaba en el espigón de roca, sentada, mirando al mar. Él no veía ahora sus ojos, pero sabía que ella estaba en sus cosas, con la vista perdida en el infinito verde azulado. A él le hubiera encantado acercarse a distancia prudente para no incomodar. Y él también habría enfocado su mente al mar infinito, dejándose embriagar por la visión de su inmensidad y por su incansable trabajo, y por esa banda sonora que duraba millones de años.
Pero sabía que no habría podido mantener su atención en el mar sin haber girado su cabeza hacia ella, para mirarla con picardía y nerviosismo. Algo así como un «no quiero que se me note que me encanta mirarte, pero tampoco me importa si me has pillado».
Él deseaba dejarse atrapar por un cruce de miradas. Y ofrecer ante ella su mueca más torpe. Y si él hubiese tenido agallas, quién sabe, si al final habría logrado sentarse a su lado. Para hablar del veraneo, de dónde era, de lo bonito que es el mar, en qué edificio estás, qué estás estudiando, si quieres te acompaño luego dando un paseo, y así hasta mil temas de conversación imaginables.
Él buscaba a una amiga, quizás luego el tiempo hiciera que fuese su novia, no un amor de verano. Y no buscaba en fin de semana, en pubs ni discotecas. Ahí no había condiciones para encontrar amistad ni amor. Esos eran lugares ruidosos donde cada vez le apetecía menos estar, ni siquiera con sus amigos. Quería conocer a una chica de lunes a viernes, que es cuando nos mostramos como somos – pensaba. Quería conocer a una chica, para saber cómo es ella, hablar con ella, pasar tiempo con ella y portarse muy bien con ella. Nada más. Y el tiempo ya daría su veredicto. Pero «eso sólo le ocurre a los demás» – pensaba, sin darse cuenta de que cuanto más buscara de esa manera, sin una verdadera decisión, menos iba a encontrar. Todo sería mera ilusión, y sólo iba a generar frustración.
Y pensando pensando se le escapó una vez más el verano, otro verano más yermo de amor.
Eres el Mar
ERES EL MAR
Haces de luz se filtran
Habitación sagrada
Las vistas están dentro
No existe nada fuera
Uhhhhhhh uh
Ahhhhhhh ah
Te has quedado dormida
Yo sólo relajado
Observando tu cuerpo
Estoy maravillado
Uhhhhhhh uh
Que yo no soy de piedra
Ahhhhhhh ah
Salvo algunos momentos
No romperé tu sueño
Aguardaré el momento
Para mostrar mis cartas
Y probaré mi suerte
Uhhhhhhh uh
Ahhhhhhh ah
Lo dijo un marinero
Nadie murió
De un trago de agua de
Mar ahhhhhhh ah
Espuma y sal.
Ahhhhhhh abres
Tu cuerpo con mis manos
Beber tu mar entero
Morir acariciando
Uhhhhhhh uh
Ahhhhhhh ah
Espuma
Y sal
Tú eres el mar
Ahhhhhhh ah
Tú eres el mar
Si es un sí
Desaparece el tiempo
Uhhhhhhh uh
Tú eres el Universo
Ahhhhhhh ah
Sólo existe el ahora
Camino a la gloria
Soy feliz
Cuando te veo así
Y rozar
Tu alma con mi cuerpo
Notar que estás vibrando
Que tú llegues primero
Que yo te sigo el juego
Y si es un no
Yo seguiré esperando
Uhhhhhhh uh
Lo seguiré intentando
Revivir
Nuestro tiempo perdido
Comprender
Cuánto me has esperado
Uhhhhhhh uh
Ahhhhhhh ah
Te has quedado dormida …
Yo sólo relajado …
Observando tu cuerpo …
Sigo maravillado ….
(Lo dijo un caballero
Cuando una dama
Dice no, es no)
¿Qué me pasa?

Y parece que aún se refleja en ciertos aspectos de mi vida.
Cuando ya casado y con dos hijos, y con sólo un amigo en la vida real, con quien raras veces quedo a tomar algo, entré en la redes sociales, aquello fue todo un boom para mí.
De repente tenía a mí alcance la posibilidad de descubrir a otras personas, sus gustos y aficiones, poder compartir las mías, entablar conversaciones, mandar mensajes en privado y quizás incluso hacerme amigos. Y tenía tantas ganas de que eso pasara.
Siempre fui una persona educada, y siempre me han dicho que yo era buena persona. La verdad es que mis intenciones son buenas de entrada, siempre que conozco a alguien.
Fue maravilloso poder agradar a los demás con mis comentarios, terminando las conversaciones con un «gracias amigo/a, un saludo, un abrazo, un beso». Pero lo más sorprendente es que la educación y el cariño se veían correspondidos, o bien con una respuesta igual de cariñosa o bien con una solicitud de amistad, o con ambas.
Esto tiene su lado malo para una persona como yo, este «cariño va, cariño viene» se puede convertir en una auténtica droga. Y más para una persona que arrastra sus inseguridades, y que se atreve a exponerse con total sinceridad en público de ese modo.
Hasta el punto que debido a mi adicción actual a las redes sociales y al móvil, he tomado la decisión de suspender mi cuenta en dos ocasiones, aunque no he sido capaz de evitar la tentación de entrar una vez al día a ver qué hay.
Algo he avanzado haciendo esto, porque tengo mucha más tranquilidad y tiempo para mí. La última vez que suspendí la cuenta fue hace tres meses. Y es que me pasaba el día pendiente del móvil y en casa del portátil, buscando una notificación, una solicitud, un parpadeo de color. Es algo insano.
Con más calma he tenido las horas necesarias para pensar qué me pasa cada vez que conozco a alguien, cada vez que interactúo con un ser humano.
En el caso de internet cuando alcanzo a «tocar» a la persona que hay al otro lado, de repente siento dos cosas:
- Felicidad por haber conseguido ese afecto de otro ser humano.
- Miedo porque que mi educación, amabilidad, incluso cariño se han visto correspondidos … Así de simple. Y es este segundo aspecto el que más me preocupa.
¿¡Tengo miedo a que me quieran!?
Busco agradar, tengo buenas intenciones, soy sincero, cariñoso, y cuando obtengo la aprobación y el afecto del otro, y ya me siento feliz, … voy y le planto un muro delante para separarnos. Dios mío … ¿Cómo demonios voy a poder inspirar confianza en el otro de ese modo? Es que así me cargo la confianza que haya. Y más cuando esas personas han confiado en mí de un modo que no puedo describir con palabras.
Varios amigos virtuales llevan tiempo diciéndome que le doy demasiadas vueltas a todo. Me lo dicen una y otra vez. También me han dicho en muchas ocasiones que estoy como un cencerro.
Desde hace unos días la cosa ha llegado a un punto que creo que les voy a perder para siempre. Y nada me dolería más. No me extraña que yo no tenga amigos. Y es por culpa de mi, recién descubierta, tendencia a la ANSIEDAD.